Jonathan Franzen (Western
Springs, 1959) es uno de los más aclamados escritores estadounidenses. En 2001 obtuvo el National Book Award con su
tercera novela, Las correcciones, una “saga familiar inmisericorde”.
Recibió el James Tait Black
Memorial Prize y fue finalista de los premios National Books Circle of Fiction,
Pen/Faulkner y Pulitzer.
En 2012 fue galardonado en la
Feria Internacional del Libro de Guadalajara con la medalla Carlos Fuentes.
Pese a ello, señala la crítica literaria Adriana Sandoval: “aquí ha pasado casi
inadvertido”.
Franzen, quien escribe “para
los que no encajan en el mundo”, recopila en su nueva obra, Más afuera (Salamandra, 2013), 26
ensayos y artículos periodísticos, donde aborda diversos temas, como su
preocupación ante la dependencia de la tecnología y por la conservación de las
aves, de las cuales es un entusiasta defensor.
El norteamericano esboza una
poética: lo que espera de su propia escritura o de la ajena, sus filias, sus
fobias, de una manera congruente y desenfadada.
En “Sobre la ficción
autobiográfica”, responde una serie de preguntas que “sacan de quicio” a
cualquier autor. Entre ellas: “¿Es autobiográfica su obra literaria?” que le produce “la
sensación de que se pone en tela de juicio mi capacidad imaginativa” (p.
139).
Declara: “Mi idea de una novela
autobiográfica es (…) un libro en que el personaje principal se parece mucho al
autor y experimenta bastantes escenas que el autor ha vivido (…) Dudo que en
treinta años haya publicado más de treinta páginas de escenas extraídas de
sucesos de la vida real en los que haya participado” (p. 140).
En “Coma-entonces”, critica tal
fórmula, “un hábito irritante fruto de la pereza (…) que aparece casi exclusivamente
en textos ‘literarios’ de las últimas décadas” (p. 242); “un mal específico de
la narrativa moderna con muchos verbos de acción” (p. 243).
En “Más afuera”, registra su
odisea en la isla Masafuera, perteneciente al archipiélago Juan Fernández, en
Chile. Su inusual travesía, plagada de epifanías de la Naturaleza, la realiza ansiando
aislarse momentáneamente tras una agotadora campaña de promoción. Aprovecha su
estancia para releer Robinson Crusoe,
cuyo autor, Daniel Defoe, se inspiró en el marinero escocés Alexander Selkirk,
por quien se le dio el nombre oficial a la isla.
Sobre Robinson Crusoe, afirma: “Una cosa curiosa (…) es que él, en
veintiocho años en su isla de la Desesperación, jamás se aburre” (p. 55). “Nos
dio el primer relato realista del individuo radicalmente aislado” (p. 62).
Esparcir cenizas de su
entrañable amigo David Foster Wallace constituye otra motivación para él. Evoca
a “esa lejanísima isla que era David”, y hace una de las más breves, adoloridas
y hermosas semblanzas literarias de las que se tenga memoria: “yo quería a una
persona mentalmente enferma (…) se quitó la vida, de un modo calculado para
infligir el máximo dolor a quienes más lo querían, y nosotros, quienes lo
queríamos, nos quedamos con una sensación de rabia y traición. De traición no
sólo por el fracaso de nuestra inversión de tiempo y cariño, sino por la manera
en que su suicidio lo apartó de nosotros y lo convirtió en una leyenda muy
pública. (…) El establishment literario,
que nunca había seleccionado siquiera uno de sus libros entre los candidatos a
un premio nacional, ahora lo declaraba unánimemente un tesoro nacional perdido”
(p. 48).
Franzen compara al personaje
con su amigo: “Robinson es capaz de sobrevivir a su soledad porque tiene
suerte; acepta su situación porque es una persona corriente y su isla es algo
concreto. David, que era extraordinario y cuya isla era virtual, al final sólo
tenía su propio Yo interesante como medio de supervivencia” (p. 56).
Se homenajea también a la Nobel
de Literatura 2013, Alice Munro, quien ha sido definida por la Academia Sueca como
“maestra del cuento corto contemporáneo”.
El ensayo “¿Cómo estás tan
seguro de que no eres el Maligno?” resulta muy oportuno, dada la reciente
concesión del premio a la llamada “Chéjov canadiense”.
Franzen la considera “Una
remota proveedora de experiencias privadas intensamente placenteras” y busca
“analizar por qué la excelencia de esta escritora es tan superior a su fama”.
Brinda razones como éstas: “Porque su obra se centra en el placer de
contar una historia”; “Porque no pone a sus libros títulos
grandilocuentes”; “Porque, peor aún,
sólo escribe cuentos”; “Porque sus cuentos son más difíciles de reseñar que los
de otros autores”.
Resalta otra razón, sumamente
irónica: “Porque la Academia Sueca
mantiene una postura firme. Obviamente, la impresión en Estocolmo es que ya
han recibido el Nobel de Literatura demasiados autores canadienses y demasiados
autores que sólo escriben cuentos. ¡Todo tiene un límite!” (p. 308). Cabe
aclarar que la primera edición de Más
afuera es del año pasado.
Franzen reflexiona sobre el
cuento, género en que Munro se ha especializado: “pese a la condición de
Cenicienta al que se ve relegado (…) un alto porcentaje de la narrativa más
apasionante escrita en los últimos veinticinco años han sido cuentos” (p. 310).
“Me gustan los cuentos porque no dejan al autor espacio donde esconderse (…),
porque se requiere la mejor forma de talento para inventar personajes y
situaciones nuevos a la vez que se cuenta la misma historia una y otra vez” (p.
311); condición de la cual, según él, tampoco su admiradísima Munro se halla
exenta.
“Leer a Munro me lleva a ese
estado de reflexión tranquila en que pienso en mi propia vida: en las
decisiones que he tomado, las cosas que he hecho y no he hecho, la clase de
persona que soy, la perspectiva de la muerte. Ella es uno de los pocos
escritores –algunos vivos, la mayoría muertos- que tengo en mente cuando digo
que la narrativa es mi religión. Porque mientras me hallo inmerso en un cuento
de Munro, estoy concediendo a un personaje imaginario el mismo respeto solemne
y callado y el profundo interés que me concedo a mí en mis mejores momentos como
ser humano” (pp. 313-314).
Coincido con Kirkus Reviews en que ésta es “una
colección de ensayos de sólida elegancia y perspicacia, escritos con pasión y
tocados por la pérdida”.
Elena Méndez
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Jonathan Franzen,
Más afuera
(título original: Farther Away),
traducción: Isabel Ferrer,
Col. Narrativa,
Ediciones Salamandra,
Barcelona, 2013,
352 pp.
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