El ser humano siempre ha buscado evadirse de su realidad, valiéndose de actividades y sustancias que le ayuden a encontrar el placer, aunque éste resulte efímero, costoso y muchas veces, adictivo e ilegal. Situación que las autoridades civiles y religiosas han pretendido regular, con resultados contraproducentes.
Paul Martin, en su esclarecedor ensayo Sexo, drogas y chocolate. La ciencia del placer, elabora un tratado acerca de estas formas en que la humanidad se ha procurado bienestar a lo largo de la historia, llegando incluso a padecer adicciones por ellas.
Con un lenguaje ameno y claro, el autor acude a numerosos estudios científicos -realizados tanto con personas como con animales- y a ejemplos de personajes célebres, que destacaron no sólo por su talento o fortuna, sino también por haber vivido al extremo.
El sexo, necesidad fisiológica, ocupa un lugar primordial dentro de esta lista, dadas las tremendas polémicas que ha desatado esta actividad desde tiempos inmemoriales. Normalmente se ha reprobado su realización con fines no reproductivos y se ha intentado regularla, ya se trate de masturbación o del coito en sí, por considerarse motivo de desorden moral y de daño físico.
Entre las razones por las cuales el sexo resulta tan atractivo, se encuentra la liberación hormonal que se produce en el organismo del practicante; entre dichas hormonas, se hallan la dopamina, relacionada con las recompensas naturales que pueda obtener un individuo; la oxitocina, que crea vínculos de pareja entre quienes sostienen relaciones sexuales; y la prolactina, que brinda una sensación relajante tras el orgasmo.
Por otro lado, el autor se enfoca en este ensayo a las drogas psicoactivas, "sustancias químicas que alteran el funcionamiento del cerebro al actuar sobre sus mecanismos de comunicación internos". (p. 55). Aborda las llamadas "recreativas", sean estas naturales o sintéticas, legales o prohibidas.
Si bien no sorprende confirmar la popularidad de una droga natural y legal como la cafeína, resulta curioso conocer datos como el siguiente: "En el siglo XV, la ley turca permitía a una mujer divorciarse de su marido si éste resultaba incapaz de proveerla de café". (p. 232)
Otra muy popular, también natural pero proscrita, es la cocaína, proveniente de la hoja de coca, que "además de dar placer (...) tiene la gran ventaja práctica de aliviar el dolor, el hambre, la sed, el frío y el cansancio". (p. 71)
La cocaína fue promovida por el sicoanalista austríaco Sigmund Freud, por atribuirle propiedades terapéuticas que aliviarían una gran cantidad de enfermedades.
El alcohol, tan loado y a la vez tan denostado, originó una gran catástrofe en Estados Unidos, al ser prohibido durante un periodo de 13 años, de 1920 a 1933, encareciéndose así el producto, que debía conseguirse mediante el contrabando.
Si las drogas recreativas han sido utilizadas universalmente -y no únicamente por humanos, como podría creerse, sino, incluso, por otras especies animales, sobre todo primates-, explica Martin, es "porque nos hacen sentir mejor", al proporcionar placer y menguar el dolor.
Asimismo, para los antropólogos Roger Sullivan y Edward Hagen, "tenemos una predisposición natural a tomar drogas psicoactivas porque hacerlo ayudó a nuestros antepasados a sobrevivir y reproducirse en un hábitat muy duro" (pp. 73-74).
El chocolate, alimento de origen americano, llevado por los conquistadores españoles al Viejo Mundo, viene siendo un placer inocente a comparación de los citados -y de otros tantos, como el LSD, el éxtasis, el hachís, el opio...-. Aunque esto relativamente, puesto que también ha tenido detractores; tal es el caso del comité católico que en 1616 lo tildo de "diabólico agente de la nigromancia y la brujería" (p. 95).
Martin asegura que, pese a las sustancias contenidas en el chocolate -cafeína, teobromina, anandamida- éste no es adictivo; lo que sí puede resultar adictivo para el consumidor es el alto índice de azúcar que se le agrega.
Entre la galería de personajes célebres, adictos ya sea al sexo, las drogas o el chocolate -o todo a la vez-, destacan el Marqués de Sade, provocador literato que pasó gran parte de su vida encerrado en la Bastilla por sus ideas incendiarias y su vida escandalosa; Lord Rochester, escritor satírico del siglo XVII, gran promiscuo y alcohólico irredento; y Janis Joplin, la Bruja Blanca del Rock, heroinómana muerta a los 27 años.
Sade, Rochester y Joplin tenían algo en común, más allá de su existencia desordenada: su baja tolerancia al aburrimiento, factor que se ha encontrado entre las personas proclives a desarrollar una adicción.
Para que una adicción se considere tal es preciso que se conjuguen "un ansia o deseo muy fuertes y una pérdida de control voluntario sobre el comportamiento" (p. 166). Así, toda adicción, como las ya citadas y otras -ludopatía, internet, compras...- es considerada un transtorno del deseo, puesto que es el deseo y no el placer obtenido con ellas lo que se persigue.
Martin incluye, al final de la obra, una lista de placeres modestos, cotidianos y hasta gratuitos algunos de ellos, como el sexo y el chocolate -cuyos posibles daños se han exagerado-; adquirir información nueva; cocinar, arreglar el jardín, la música, sentarse en silencio, la siesta...
Valioso volumen para comprender los mecanismos biológicos existentes entre el placer y la adicción, el dolor y la felicidad y cómo esto resulta determinante en nuestra vida.
Elena Méndez
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Paul Martin,
Sexo, drogas y chocolate.
La ciencia del placer
(título original: Sex, drugs and chocolate),
Traducción: Milena Busquets,
Col. No Ficción/Divulgación,
Ediciones B,
Barcelona, 2009,
400 pp.
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