Carlos Fuentes, uno de los más lúcidos y prolíficos autores
mexicanos, fue una inteligencia apenas equiparable a las renacentistas o
enciclopedistas. Su erudición no dejaba por fuera los asuntos de interés
público, específicamente la política. Baste recordar que, al igual que su
padre, llegó a ejercer como diplomático. Con su reciente fallecimiento
desaparece una de las conciencias críticas más influyentes que ha tenido
nuestro país. Sin embargo, sus ideas permanecen y aún se esperan obras póstumas
de él, para beneplácito de los lectores
nacionales y también los que supo cultivar alrededor del mundo.
Una de dichas obras, El
siglo que despierta, recién acaba de editarse por Taurus. Este libro puede
catalogarse como ensayo, pese al tono de informalidad que buscó dársele al
basarse en una conversación del escritor con Ricardo Lagos, quien fuera Presidente
de Chile durante 2000-2006.
Esta charla entre el intelectual y el exmandatario se suscitó
en Londres, durante el otoño de 2011. Fue moderada y editada por el periodista
y literato Juan Cruz, director adjunto del diario español El País, muy bien enterado del entorno global.
Al publicarse, se le divide en 17 apartados, precedidos por
las agudas reflexiones que Cruz plantea en la introducción. Ahí, éste califica
a los dialogantes como “dos sabios de la época, dos ciudadanos que por caminos
distintos han llegado a preocupaciones similares”. (p. 10)
Esta publicación tiene como antecedente la realizada por el
expresidente español Felipe González –admiradísimo por Fuentes- y Juan Luis
Cebrián, presidente del citado diario peninsular. Se editó bajo el nombre de El futuro no es lo que era (Aguilar,
2002).
Los apartados no podían ser más reveladores –y tentadores-. Algunos de ellos son: “Y el mundo se hizo
global”; “La pobreza está ahí, y de qué manera”; “¿La cultura será alguna vez
una sola voz?”; “El sabor dudoso de la palabra Cuba” y “China es mucho más que
vecina”.
Como puede deducirse por los títulos, son abordados temas
espinosos: la educación, el calentamiento global, los regímenes dictatoriales,
el periodismo, la miseria, el humillante atraso en que viven las comunidades
indígenas en Latinoamérica y la crisis mundial, entre otros.
Resulta digno de agradecerse la opinión fundamentada acerca
de dichos tópicos y sobre todo que tanto Lagos como Fuentes sean autocríticos
al señalar las fallas en sus respectivas naciones. Cito al sudamericano disertando sobre la dispar
relación entre lengua e identidad en Latinoamérica: “Tenemos la lengua común
pero lo que no hemos tenido es la voluntad común de Europa, que es una voluntad
de integración”. (p. 25). Mientras que su interlocutor afirma que en México:
“La derecha se ha apropiado de muchas de las ideas de la izquierda, las ha
incorporado”. (p. 63).
Fuentes aplaude la iniciativa del expresidente brasileño Luiz
Inácio Lula da Silva de incluir el idioma español como enseñanza escolar
obligatoria. Respecto al mandatario estadounidense dice: “ (…) creo que ningún gobernante en el mundo
actual se da tanta cuenta de lo que está pasando como Barack Obama”. (p. 45).
Lagos propone que en América Latina:“ (…) tenemos que
acostumbrarnos a hacer una integración sobre intereses comunes y el punto de
partida es la política. (…) usemos aquellos elementos que nos permitan avanzar
y no aquellos en donde tenemos intereses contrapuestos” (p. 93).
Fuentes cataloga al sistema cubano como “Fracaso moral,
fracaso político y una situación que no se sostiene por sí misma” (p. 100). Más aún, expresa su deseo de que su transición
“suceda en tiempos de Obama” (p. 107).
Como ideas centrales del libro, destacan dos: “la democracia
es un proceso permanente” (p. 139), según afirma Lagos. Mientras que, para Fuentes, la permanencia
radica en la cultura, más que en formas de gobernar.
Elena Méndez
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Carlos Fuentes y Ricardo Lagos
(Edición: Juan Cruz),
El siglo que despierta,
Col. Pensamiento,
Editorial Taurus,
México, 2012,
240 pp.
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