La novela gay ha experimentado un auge a últimas fechas. Acaso esto sea porque dicha comunidad ha ido conquistando espacios para expresarse, para ejercer los derechos que todo ser humano debe poseer.
Sin embargo, la rampante homofobia que permea aún en nuestra sociedad convierte, automáticamente, el discurso de esta comunidad en algo marginal, transgresor, dado que no se sujeta a lo socialmente establecido.
Dentro del citado género se inserta Al diablo la maldita primavera, del colombiano Alonso Sánchez Baute (Valledupar, 1964); obra ganadora del Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá en 2002.
La novela está narrada en primera persona por Edwin Rodríguez Buelvas, universitario barranquillero de orientación homosexual, que decide abandonar todo en pos de un sueño: ser la drag queen más famosa de Colombia.
Así, este joven, cuya frivolidad es sólo aparente -conoce al dedillo las colecciones de los grandes diseñadores: Gianni Versace, Carolina Herrera; los milagros que obra Lancôme; lo chic que resulta ser bulímica o anoréxica para mostrar una figura delgada…- tiene, no obstante, una gran cultura, manifiesta en abundantes referencias literarias.
Edwin, pese a su gran sarcasmo, arma utilizada para defenderse en un ambiente harto hostil (ya que desde pequeño percibe el rechazo que suscita su homosexualidad), resulta enternecedor: se empeña en que a su vida llegue la primavera: algún gatito a quien amar. Quizá este gatito salga de un sex chat room o un dark room, qué más da.
Mientras tanto, se esfuerza en triunfar sobre el escenario, con un ingenio y tenacidad admirables, aunque le deba dinero a las once mil vírgenes y carezca del linaje del que tanto se ufana, como la pretendida hidalguía de los antihéroes picarescos.
Otro aspecto en común de esta novela con el género picaresco, además del lenguaje marginal –en este caso, un delicioso argot gay salpicado de colombianismos- es la rabia lúcida con que Edwin narra sus peripecias, pues asume una actitud crítica acerca de la doble moral de la sociedad, que rechaza a la comunidad gay, aunque esos mismos intolerantes realicen furtivamente todo aquello que condenan.
Al diablo la maldita primavera –cuyo título alude al célebre tema musical de la cantante mexicana Yuri, éxito de los 80, adoptado como himno gay en Colombia-, además de sus ediciones colombianas, españolas y mexicanas, ha sido llevada al teatro en el país sudamericano en 2004, bajo la dirección de Jorge Alí Triana, con Orlando Valenzuela como protagonista.
Hilarante, tierna, mordaz, satírica, urbana, local y cosmopolita. Todo eso es Al diablo la maldita primavera.
Elena Méndez
Sin embargo, la rampante homofobia que permea aún en nuestra sociedad convierte, automáticamente, el discurso de esta comunidad en algo marginal, transgresor, dado que no se sujeta a lo socialmente establecido.
Dentro del citado género se inserta Al diablo la maldita primavera, del colombiano Alonso Sánchez Baute (Valledupar, 1964); obra ganadora del Premio Nacional de Novela Ciudad de Bogotá en 2002.
La novela está narrada en primera persona por Edwin Rodríguez Buelvas, universitario barranquillero de orientación homosexual, que decide abandonar todo en pos de un sueño: ser la drag queen más famosa de Colombia.
Así, este joven, cuya frivolidad es sólo aparente -conoce al dedillo las colecciones de los grandes diseñadores: Gianni Versace, Carolina Herrera; los milagros que obra Lancôme; lo chic que resulta ser bulímica o anoréxica para mostrar una figura delgada…- tiene, no obstante, una gran cultura, manifiesta en abundantes referencias literarias.
Edwin, pese a su gran sarcasmo, arma utilizada para defenderse en un ambiente harto hostil (ya que desde pequeño percibe el rechazo que suscita su homosexualidad), resulta enternecedor: se empeña en que a su vida llegue la primavera: algún gatito a quien amar. Quizá este gatito salga de un sex chat room o un dark room, qué más da.
Mientras tanto, se esfuerza en triunfar sobre el escenario, con un ingenio y tenacidad admirables, aunque le deba dinero a las once mil vírgenes y carezca del linaje del que tanto se ufana, como la pretendida hidalguía de los antihéroes picarescos.
Otro aspecto en común de esta novela con el género picaresco, además del lenguaje marginal –en este caso, un delicioso argot gay salpicado de colombianismos- es la rabia lúcida con que Edwin narra sus peripecias, pues asume una actitud crítica acerca de la doble moral de la sociedad, que rechaza a la comunidad gay, aunque esos mismos intolerantes realicen furtivamente todo aquello que condenan.
Al diablo la maldita primavera –cuyo título alude al célebre tema musical de la cantante mexicana Yuri, éxito de los 80, adoptado como himno gay en Colombia-, además de sus ediciones colombianas, españolas y mexicanas, ha sido llevada al teatro en el país sudamericano en 2004, bajo la dirección de Jorge Alí Triana, con Orlando Valenzuela como protagonista.
Hilarante, tierna, mordaz, satírica, urbana, local y cosmopolita. Todo eso es Al diablo la maldita primavera.
Elena Méndez
___
Alonso Sánchez Baute,
Al diablo la maldita primavera,
Col. Narrativa,
Punto de Lectura,
México, 2009,
267 pp.
Al diablo la maldita primavera,
Col. Narrativa,
Punto de Lectura,
México, 2009,
267 pp.
Commentaires