Uno lee para estremecerse, para escapar –aunque sea efímeramente- de su tedio. Y se encuentra entonces con El libro perdido de Heinrich Böll, de Liliana V. Blum (Durango, 1974).
Los seis relatos que conforman esta obra guardan intertextualidad con la novela El honor perdido de Katharina Blum, escrito por el citado autor alemán.
Dicha unidad temática permite que, asimismo, esta obra pueda leerse también como una novela.
Las protagonistas de cada cuento, pese a sus distintas edades y estratos sociales, se hallan en situaciones-límite. La incertidumbre, el hastío y la soledad contribuyen a socavar su autoestima. En diversos instantes y lugares se topan con un ejemplar de la mencionada novela, objeto que las conmina a ser honestas consigo mismas, anotando ahí una frase que resume su desolación.
Resulta muy significativo que la mitad de las narraciones transcurran en Estados Unidos. Que tres de las cinco protagonistas vivan lejos de su país natal, México, acentúa su carácter de ajenas ante sí mismas y ante los demás, por radicar en una nación enorme e indiferente a su dolor.
El estilo depurado de Blum convierte lo que podría ser un lugar común: una chica embarazada de su maestro de literatura, en un texto que transmite la enorme angustia de ésta ante el inminente abandono: se trata de “Recién salido de una librería universitaria”.
La maternidad, tópico que obsesiona a la autora, se halla presente en los todos los relatos. No la clásica maternidad abnegada, sino la que implica rechazo, negación, rencor.
En “Sobre una banca cubierta de nieve”, Helen, empleada de una biblioteca, encuentra el libro olvidado intencionalmente por Allison, protagonista del cuento anterior. Objeto-escudo ante los ataques de su madre, recluida en un manicomio, a quien acude a ver por presión social.
“Entre los cojines de un sillón” aborda la historia de Cande, humilde afanadora, quien debió renunciar a su hija por carecer de los medios para mantenerla. La mujer atesora el libro con la esperanza de enviárselo a su hija, quien se deshace de él para obsequiárselo a Ingrid en “De manos de una bibliotecaria amarga”. Ingrid es una tesista que estudia la obra de Böll. La joven sufre un terrible complejo de inferioridad debido a las constantes humillaciones de su madre. Aunado a ello, su amasiato con un alemán la hace profundamente infeliz, ya que él no la apoya como es debido.
Acaso el relato más crudo sea “Sobre la tumba de un desconocido”, en que Anamari, dama de sociedad, siente remordimientos al cumplirse el séptimo aniversario luctuoso de su único hijo, Aníbal, a quien rechazó al comprobar que era homosexual.
La novela pasa a sus manos tras hallarla en la tumba del padre de Ingrid, próxima a la de su hijo. Anamari la regala a su amigo Tadeo, sobreviviente del Holocausto, a quien nadie puede hablarle de infamias, de vejaciones, cuyo recuerdo entrelaza con el testimonio de lo sufrido por su amiga. Todo esto nos es referido por el propio Tadeo en el “Epílogo”. Cito:
“Ahora resulta que no soy la única que sufre, Tadeo”.
(…)
“Claro que todos sufrimos”, le dije. “Somos judeo-cristianos, por las barbas de Alá. Se supone que es nuestra misión. Eso y sentirnos culpables cuando no estamos sufriendo, claro”. (p.85).
Liliana V. Blum, con El libro perdido de Heinrich Böll, se reafirma como la narradora del más íntimo extravío: el de uno mismo, al sentir vulnerada su dignidad. Y entonces no queda sino estremecerse.
Los seis relatos que conforman esta obra guardan intertextualidad con la novela El honor perdido de Katharina Blum, escrito por el citado autor alemán.
Dicha unidad temática permite que, asimismo, esta obra pueda leerse también como una novela.
Las protagonistas de cada cuento, pese a sus distintas edades y estratos sociales, se hallan en situaciones-límite. La incertidumbre, el hastío y la soledad contribuyen a socavar su autoestima. En diversos instantes y lugares se topan con un ejemplar de la mencionada novela, objeto que las conmina a ser honestas consigo mismas, anotando ahí una frase que resume su desolación.
Resulta muy significativo que la mitad de las narraciones transcurran en Estados Unidos. Que tres de las cinco protagonistas vivan lejos de su país natal, México, acentúa su carácter de ajenas ante sí mismas y ante los demás, por radicar en una nación enorme e indiferente a su dolor.
El estilo depurado de Blum convierte lo que podría ser un lugar común: una chica embarazada de su maestro de literatura, en un texto que transmite la enorme angustia de ésta ante el inminente abandono: se trata de “Recién salido de una librería universitaria”.
La maternidad, tópico que obsesiona a la autora, se halla presente en los todos los relatos. No la clásica maternidad abnegada, sino la que implica rechazo, negación, rencor.
En “Sobre una banca cubierta de nieve”, Helen, empleada de una biblioteca, encuentra el libro olvidado intencionalmente por Allison, protagonista del cuento anterior. Objeto-escudo ante los ataques de su madre, recluida en un manicomio, a quien acude a ver por presión social.
“Entre los cojines de un sillón” aborda la historia de Cande, humilde afanadora, quien debió renunciar a su hija por carecer de los medios para mantenerla. La mujer atesora el libro con la esperanza de enviárselo a su hija, quien se deshace de él para obsequiárselo a Ingrid en “De manos de una bibliotecaria amarga”. Ingrid es una tesista que estudia la obra de Böll. La joven sufre un terrible complejo de inferioridad debido a las constantes humillaciones de su madre. Aunado a ello, su amasiato con un alemán la hace profundamente infeliz, ya que él no la apoya como es debido.
Acaso el relato más crudo sea “Sobre la tumba de un desconocido”, en que Anamari, dama de sociedad, siente remordimientos al cumplirse el séptimo aniversario luctuoso de su único hijo, Aníbal, a quien rechazó al comprobar que era homosexual.
La novela pasa a sus manos tras hallarla en la tumba del padre de Ingrid, próxima a la de su hijo. Anamari la regala a su amigo Tadeo, sobreviviente del Holocausto, a quien nadie puede hablarle de infamias, de vejaciones, cuyo recuerdo entrelaza con el testimonio de lo sufrido por su amiga. Todo esto nos es referido por el propio Tadeo en el “Epílogo”. Cito:
“Ahora resulta que no soy la única que sufre, Tadeo”.
(…)
“Claro que todos sufrimos”, le dije. “Somos judeo-cristianos, por las barbas de Alá. Se supone que es nuestra misión. Eso y sentirnos culpables cuando no estamos sufriendo, claro”. (p.85).
Liliana V. Blum, con El libro perdido de Heinrich Böll, se reafirma como la narradora del más íntimo extravío: el de uno mismo, al sentir vulnerada su dignidad. Y entonces no queda sino estremecerse.
Elena Méndez
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Liliana V. Blum,
El libro perdido de Heinrich Böll,
Serie: Contemporáneos,
Editorial Jus,
México, 2008,
88 pp.
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Liliana V. Blum,
El libro perdido de Heinrich Böll,
Serie: Contemporáneos,
Editorial Jus,
México, 2008,
88 pp.
Commentaires
bella persona de hermosa personalidad, sencilla y talentosa joven escritora mexicana.
Nos escribimos y luego la conocí cuando vino a Israel a recibir su
Primer Premio Internacional de Narrativa Breve de 'CICLA'.
Leí varios de sus libros que atesoro.
Un/a escritor/a debe ser muy bueno/a para captar a sus lectores con el fruto de su creación. Liliana es una de ellas.
En su juventud ya demostró su capacidad de creadora.Tiene ahora
toda su vida por delante para seguir deleitándonos con sus obras,
a veces tristes, pero llenas de
vivencias.
Lic. Jose Pivín
frente al puerto de Haifa
frente al mar Mediterráneo
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Un abrazo, José.
Elena