El intérprete del dolor, de Jhumpa Lahiri (Ediciones Salamandra, 2017)
resulta una lectura demoledora. Conviene dosificarla: Incluye nueve cuentos
relativamente largos donde ningún detalle resulta ocioso y en los que es
imposible dejar de sentirse aludido.
Esta obra, con la que obtuvo el Premio Pulitzer de Ficción en el
año 2000, ha sido alabada, entre otros, por el cineasta Pedro Almodóvar:
“Historias simples y sutiles, sembradas con sentimientos inesperados, como un
campo de minas”; mientras que para su colega, Amy Tan, “posee una voz
inconfundible, buen ojo para los matices y oído para la ironía. Es uno de los
mejores escritores de relatos que he leído”.
Nacida en Londres en 1967, de padres bengalíes, Lahiri vivió en
Estados Unidos desde los dos años y nunca se sintió lo suficientemente hindú ni
tampoco lo suficientemente americana.
El volumen está lleno de frases memorables: “Mi vida está
formada por tal sucesión de penas que ustedes ni siquiera podrían soñarlas”
(p.87), espeta Boori Ma, protagonista de “Un durwan de verdad”, cuando la
cuestionan sobre sus aparentes embustes.
Desarraigados, solos, buscando una identidad que les ha sido arrebatada,
padeciendo una frustración explícita o soterrada, una culpa que los rebasa,
rebelándose ante lo que no pueden comprender, lastimados por sus fracasos
íntimos, los personajes de Lahiri duelen en su verosimilitud.
Como Bibi Haldar, una joven ya dada por solterona, afectada por
misteriosos achaques, ninguneada por sus parientes, que lamenta su suerte: “No
nos engañemos: nunca me curaré, nunca me casaré” (p. 182).
Acaso los relatos más emblemáticos sobre la culpa sean “Sexy”,
“El intérprete del dolor” y “Una anomalía temporal”. En los dos primeros, las
protagonistas han mantenido relaciones ilícitas: Miranda no puede resistirse a
un casado muy atractivo y refinado; la señora Das necesita desahogarse con el
señor Kapasi, quien tal vez pueda interpretar su dolor…
En “Una anomalía temporal” Shoba y Shukumar se han dejado llevar
por el tedio, el oscuro enemigo que nos
roe el corazón (Baudelaire dixit),
tras perder a su bebé. En penumbras, revelan sus verdades últimas, que durante
meses los han atormentado…
Los personajes más desarraigados son la citada Boori Ma, que
vive en condiciones precarias tras haber tenido, según ella, una vida llena de
lujos; el señor Kapasi, guía turístico cuyo otro empleo, el de traducir los
síntomas de los pacientes guyaratíes a un médico comunitario, le recuerda sus
aspiraciones abandonadas; la señora Sen, una niñera hindú que le cuenta al
pequeño Eliot sus inconformidades con la sociedad americana; el señor Pirzada,
universitario cuya familia padece los estragos de la Partición; y el bibliotecario
que no atraviesa uno, sino tres continentes…
El estilo de Lahiri remite al Salman Rushdie de Oriente, Occidente, cuyos personajes
también se mueven en la dualidad cultural.
Lahiri recibió en 2014 por su novela La Hondonada,
una de las National Medals of Arts and
Humanities concedidas por Barack Obama. Uno de sus méritos, declaró, fue
“iluminar la experiencia hindú-americana”. Pero no sólo eso: ilumina a sus lectores
por revelarles aspectos de sí mismos que han querido mantener en la sombra.
Interpreta su dolor y lo vuelve un recordatorio de que hay que vivir con eso, a
pesar de eso.
Elena Méndez
____
Jhumpa
Lahiri,
El
intérprete del dolor
(Título
original: Interpreter of Maladies),
Traducción: Gemma
Rovira Ortega,
Ediciones
Salamandra,
Barcelona, 2017,
224 pp.
Commentaires