La dictadura de Jorge Rafael Videla es la herida más grande que
ha tenido la Argentina. 30 mil desaparecidos quedan grabados a fuego en la
mente de sus deudos y de todo aquel que haga algo porque esa ignominia no quede
impune.
Uno de los casos más sonados es el de Héctor Germán Oesterheld, que
prefirió rebelarse con armas y letras ante las infamias de quienes oprimían su
país: Onganía, primero, y luego Videla, aún más cruento que el anterior.
Oesterheld, cuya ideología subversiva transmitía mediante
historietas cuyos guiones elaboraba, es homenajeado por Édgar Adrián Mora
(Tlatlauquitepec, 1976) en su novela Continuum,
editada por Paraíso Perdido en 2015.
Una novela que he leído tres veces y que puedo calificar de perfecta. Posee una
estructura fragmentaria en la que asoman varias voces, como la carta del
también desaparecido Rodolfo Walsh a la Junta Militar o textos del propio
Oesterheld, por ejemplo.
Provoca en el lector la más tierna sonrisa, al presentar a
Héctor como un padre amoroso; y la más feroz indignación al mostrarlo como un
despojo humano, a merced de los implacables milicos.
Polémico, audaz, puntilloso, brillante, idealista, insobornable, lúcido, visionario: ése es el retrato que Mora hace
de Oesterheld, alias HGO, Sócrates, Héctor Sánchez Puyol, Germán de la Vega, y,
postreramente, el 7426 de una enorme lista teñida de rojo.
Consciente de su valía, Oesterheld aseguraba “tener más lectores
que Borges” (quien era su amigo) y que Ringo Starr, baterista de The Beatles, había tomado el apodo de
sus historietas.
Otro elemento a destacar son las frases contundentes que
salpican aquí y allá la obra: “Sólo la memoria puede compensar en parte la
manera en cómo se concentró todo el dolor del mundo en un solo lugar” (p. 10);
“Construía una bomba con palabras. Lo sabía. Aún más: lo deseaba. Siempre había
creído en el poder transformador del arte” (p. 12); “Prefiero morir de hambre
antes de escribir una línea para encumbrar más a ese monigote” –espeta
Oesterheld al rehusar hacer un panegírico sobre Perón- (p. 16).
Pretendieron deshumanizarlo, pero le dieron más vida. Intentaron
borrar toda huella suya del mundo, mas quienes vivieron para resistir, como su
viuda, Elsa Sánchez -quien no se amilanó ante los tiranos y se alió a las
Abuelas de Plaza de Mayo- y los nietecitos recuperados, Martín y Fernando,
tornan indeleble su memoria: La memoria del más viejo de los Montoneros, tan
inmortal como su Mort Cinder, que sabía que su hacedor “habita un lugar sin
tiempo. El sitio de lo eterno” (p. 51).
Reivindicado por el fenecido presidente argentino Néstor
Kirchner, quien tomara la imagen de Juan Salvo para hacerse llamar El
Nestornauta, la figura y obra de Oesterheld, por fortuna, están resurgiendo
como parte de la resistencia que otorga dignidad a su pueblo y a la humanidad
entera.
Elena Méndez
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Édgar Adrián
Mora,
Continuum. Una novela sobre Héctor G. Oesterheld,
Col. Taller del
Amanuense,
Editorial
Paraíso Perdido,
Guadalajara,
2015,
88 pp.
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